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Für Elisa

Existen piezas musicales que atraviesan los siglos, obras imperecederas que despiertan admiración por su genialidad. Y luego está Für Elisa, no la composición inmortal de Beethoven, sino su nueva encarnación contemporánea: un episodio bochornoso protagonizado por Elisa Mouliaá, donde el virtuosismo ha sido sustituido por la torpeza, la elegancia por el patetismo y la melodía por el estrépito de los audios filtrados. Un recital de ego desmedido y lamentable impostura que ni el propio Beethoven, en su ensordecida eternidad, habría soportado escuchar. 


Cuando estalló la noticia, parecía que asistíamos a la obertura de una gran ópera de denuncia social: la actriz valiente, el político señalado, la justicia en el horizonte. Sin embargo, la partitura pronto reveló un compás disonante: lo que se presentaba como un canto a la verdad resultó ser un burdo ejercicio de manipulación. El clímax de esta opereta llegó con la aparición de audios en los que Mouliaá no interpretaba el papel de víctima, sino de directora de orquesta en un espectáculo creado a base de presiones emocionales, argumentos lastimeros y una ley chapucera que aupó el consenso. 


Esta obra maestra del despropósito debería incluirse en los conservatorios, no como pieza musical, sino como caso práctico de cómo no manchar tu carrera en dos sencillos pasos: finge, presiona, y fracasa estrepitosamente. Y mientras Elisa llora por su presunta “cancelación”, lo único que suena es ese pianito triste, ese ring-ring de audios filtrados que la persiguen… para siempre. La próxima vez, Elisa, si quieres volver a los titulares, mejor vuelve al teatro; ahí al menos, cuando interpretas, sabes que es mentira y nadie tiene que acabar en el juzgado. 


Todo lo que debería haber sido una reivindicación legítima se ha transformado en un espectáculo grotesco, un ejercicio de vanidad descontrolada. La amiga, dueña de la casa donde los sucesos acontecieron, tuvo que pronunciar la única frase con algo de honestidad en esta tragicomedia: “no pienso mentir por ti”. Un ejemplo de decencia que, por desgracia, choca con el naufragio moral en el que se ha sumido la protagonista y nos sumimos un poco todos día a día en este mundillo de metanfetaminas y pastillas duras que es la política.


Quizás el futuro le depare un regreso a los escenarios, a lo mejor interpreta al Tartufo, o al enfermo en “Le Malade Imaginaire” con el que comparte prácticamente todo el fondo de la historia, aunque no nos vamos a engañar, (No somos Elisa) la que mejor le entra de todas las existentes es “La Mentira” de Florian Zeller, ella es la estupenda de Laurence y su amiga es Alice. Y por si alguien está enfadado porque no digo quién es Errejón, pues Errejón es el telón, entre la persona y el personaje.

 
 
 

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