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La moral comunista

Cualquiera que se identifique como liberal y disfrute del debate público, del choque de ideas o de la llamada batalla cultural se ha topado con argumentos del tipo “el liberalismo es la ley de la selva”, “el liberalismo es inhumano” o sencillamente “el liberalismo es inmoral”. No es extraño que aquellos que defienden las ideologías más antiliberales posibles, como los comunistas, espeten a la cara de los liberales que bajo sus ideas la vida de la gente carece de valor o que son unos degenerados sin principios y que todo les vale. Naturalmente, se equivocan. 


El liberalismo puede ser defendido desde distintas perspectivas, entre ellas la utilitarista, pero es innegable el trasfondo moral que subyace de la idea liberal de libertad negativa, de igualdad jurídica y de individualismo político. Considero que entonces cabría preguntarse: ¿Y cuán moralmente superiores son los comunistas? ¿En que se basa la moral comunista? ¿Tendrán ellos la razón y seremos los liberales seres miserables que queremos que la gente muera?. Para responder dichas preguntas bastará con sencillamente leer a los propios comunistas.


El desprecio de los comunistas a las cuestiones morales es bastante evidente para cualquiera que los estudie, no en vano la propia Enciclopedia Britannica reconoce que “Marx fue retratado a menudo por sus seguidores como un científico más que como un moralista. No abordó directamente las cuestiones éticas”. Y así lo ratifica una lectura del breve libelo que sirve como pilar fundamental y fundacional de esta ideología (es decir, el Manifiesto Comunista) que nos dará algunas líneas al respecto de la moral, diciendo que para el proletariado “Las leyes, la moral, la religión, son para él meros prejuicios burgueses, tras de los cuales se ocultan otros tantos intereses burgueses” y, en respuesta a los burgueses que objetaban que el comunismo aboliría la moral entre otras cosas, se dice que “La revolución comunista es la ruptura más radical con las relaciones de propiedad tradicionales; nada de extraño es que en el curso de su desenvolvimiento rompa de la manera más radical con las ideas tradicionales”. En unas pocas líneas, Marx y Engels niegan ya no solo la moral y la religión (la cual es sabido que despreciaban como “opio del pueblo”) sino que de paso niegan el derecho. 


Uliánov (Lenin) no se quedó atrás a este respecto, siendo incluso más claro y directo en su discurso a las juventudes comunistas rusas de 2 de octubre de 1920, diciendo que “la moral está subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado.” y que “es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora y para agrupar a todos los trabajadores alrededor del proletariado, creador de la nueva sociedad comunista.”. Es decir, que el análisis del que se parte es que la moral es un mero prejuicio burgués, y que por tanto perfectamente puede ser rota por la revolución, siendo la moral comunista sencillamente todo aquello que beneficie la causa comunista. 


Curiosamente, pese a que indudablemente Marx, Engels y Lenin fueron los intelectuales de mayor peso en el desarrollo del comunismo (recordemos que Bernstein y Trotsky son considerados herejes por la mayoría de comunistas), es posible encontrar a seguidores del comunismo que reniegan de estas tesis sobre la moral y se inventan lo que es para ellos la moral comunista, sin base teórica alguna. Un caso claro es Alexandra Kollontái, quien en sus Tesis sobre la moral comunista en el ámbito de las relaciones conyugales habló de la moral comunista, como una moral que deja atrás los prejuicios burgueses y “regula las relaciones sexuales en interés del colectivo obrero y de las generaciones futuras”. Más allá de la falta de sustento teórico de estas afirmaciones, nos encontramos con que resulta que en todo caso la moral comunista servirá para regular algo tan íntimo y personalísimo como el sexo “en interés del colectivo”. Es decir, que los comunistas o rechazan de plano la moral, o la consideran un mero instrumento para sus fines políticos o sencillamente consideran que lo moral es un colectivismo desvergonzado que se meta hasta en la cama de la gente.


Por tanto, no se apoya el comunismo por ser la opción moralmente preferible, sino que se parte de la idea preconcebida de que es bueno en sí mismo y por tanto todo aquello que lo favorezca será también bueno. En definitiva, el clásico razonamiento de que el fin justifica  los medios. Basándonos en esto, dejan de ser extrañas o inexplicables las atroces y escandalosas violaciones a los derechos humanos en los países comunistas; desde masacres que dejaron regueros de muertos (La revolución cultural, los gulags, las purgas soviéticas) hasta episodios de torturas (Tuol Sleng) pasando por censura, suspensión de libertades, calamidades medioambientales (matanza de gorriones en China, reducción del mar de Aral) entre tantas otras páginas negras de la cronología humana. ¿Desde que atalaya moral se atreven los comunistas a pontificar sobre la moral, cuando sus propias figuras que citan compulsivamente y veneran como dioses rechazaban la moral misma si no era instrumentalizada para su sacrosanta causa?. 


Creo que es hora de que los liberales reivindiquemos sin complejos que son nuestros postulados los moralmente superiores, los que edifican una sociedad libre y tolerante, los que fueron pilares fundamentales de los modelos políticos, sociales y económicos más prósperos de la humanidad. Como decía Fernando Díaz Villanueva, son ellos (los comunistas) quienes deben agachar la cabeza, son ellos quienes tienen mucho por lo que pedir perdón


¿Nosotros? Ni de broma. 

 
 
 

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