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No son la solución, sino parte del problema

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En este mes de octubre, oficialmente hemos podido ver como el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo ha incumplido una vez más una promesa. la de publicar en septiembre una lista con todas las leyes que derogaría del «sanchismo»¹, haciendo esta promesa después del primer Comité Ejecutivo Nacional tras el Congreso Nacional de julio, donde se supone que deberían haber salido renovados.


Esto es solo una prueba más de cómo el Partido Popular encabezado por Feijóo no está preparado para ser el partido que gobierne nuestro país. Un partido que no cumple promesas que no dependen de gobernanza, sino de trabajar en las oficinas de Génova, es de tomar al electorado que buscan ganar el voto como si fuesen niños con una capacidad de atención y retención ridícula, y lo peor es que tienen razón. Es una verdadera pena, pero solo hay que mirar en redes sociales a decenas (por no decir cientos) de jóvenes que siguen y apoyan ciegamente las consignas del Partido Popular en absolutamente todo lo que dicen, llegando a justificar sus cambios de opinión.


Esto por supuesto no se reduce al ámbito del PP «central», sino que se extiende a los caciquismos regionales de muchas comunidades autónomas, donde hay una obediencia absoluta a los dictámenes de la ejecutiva autonómica, respondiendo a los críticos con (en mi opinión, absurdas) alegaciones de «desconocimiento de cómo funciona [X comunidad autónoma]».


Ya hice en su momento un artículo del Partido Popular de Canarias y su actitud y medidas casi indistinguibles al Partido Socialista, pero por desgracia no es el único sitio. En Galicia tenemos medidas como el «bono peixe»², una ayuda para incentivar el consumo de pescado o la creación del  «Observatorio das Mulleres Rurais e do Mar»³, o en Madrid, donde según La Razón, el gobierno regional y el ayuntamiento de la capital habrían embolsado a los sindicatos de UGT y CC.OO unos 8.7 millones y 10.7 millones de euros respectivamente.


Es decir, por un lado dicen ser diferentes y una alternativa al «sanchismo», pero por otro lado toman decisiones ya no análogas, sino calcadas a las del partido que pretenden sustituir o presentarse como supuesta alternativa.


Evidentemente estos ejemplos son actuales y contrastables, no admiten prueba en contra. Otro asunto sería si se busca justificar dichas medidas, lo cual es curioso, ya que muchos autodenominados «liberales» lo harían, cuando no hay nada más antiliberal que utilizar el dinero del contribuyente en ayudas en vez de buscar que ese dinero vuelva al bolsillo de sus ciudadanos en la medida de lo posible.


A su vez, se puede mirar que este camino no es nuevo en el partido con el símbolo de la gaviota, donde hemos tenido un gobierno de mayoría absolutísima durante el mandato de Mariano Rajoy Brey, que ya echó de facto a liberales y conservadores con su mítico «si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya», además de demostrar esta expulsión ideológica con sus medidas, tanto las que realizó como aquellas que, a pesar de poder hacerlas, por algún motivo decidió no dar el paso, como ocurrió con la reforma del método de elección del Consejo General del Poder Judicial.

Ahora, con Feijóo, esto no es diferente. Es decir, aún no ha estado en el Gobierno, sin embargo viendo declaraciones y acciones en su vida política, podemos observar una tendencia hacia un espectro ideológico más arrimado hacia la socialdemocracia que hacia el liberalismo o el conservadurismo. Solo debemos recordar su famosa entrevista donde afirmó que «lo importante en mi opinión es que el Partido Popular colinde con el Partido Socialista desde el punto de vista ideológico», y que «en este momento es muy fácil, porque el Partido Socialista se ha extremado a la izquierda, y ha dejado millones de voto sin cobertura, que son la socialdemocracia, el centro izquierda, los socialistas templados… y yo creo que eso es el espacio que debe ocupar el Partido Popular».


Estas palabras, de nuevo, son hechos incontestables. También es un hecho que últimamente ha habido cambios de dirección sobre ciertas posiciones del Partido Popular, como un endurecimiento en su visión de la inmigración, pero he aquí la cuestión; ¿A qué Partido Popular debo creer, al de 2025 post-Congreso Nacional o aquel que votó en 2024 a favor de la toma en consideración de una Iniciativa Legislativa Popular que proponía la regularización de 500.000 inmigrantes? Algo similar pasaba con Rajoy en su segundo mandato, ¿debían creer al candidato de las anteriores elecciones que prometía rebajas de impuestos e incluso con campañas tituladas «No Más IVA», o a aquel que tras estar gobernando lo subió hasta el 21%?


Esto son solo pruebas de que estas actitudes, de nuevo, no son novedades en el partido, y por otro lado de la pasividad que creen que tienen los ciudadanos respecto a los cambios injustificados que tiene un partido solo con una visión electoralista, y es verdaderamente triste que los votantes, militantes y apoyos de la sociedad civil dejen que esto ocurra, ya que esta situación se ve revalidada ante la (in)acción de agentes de la sociedad civil, que podrían proponer más cambios y de formas más contundentes, pero aquellos que callan prefieren no decir nada para no ser tachados o borrados de las listas (tanto electorales futuras como de contactos) del partido con sede en calle Génova.


Es por esto que, aunque haga cambios ideológicos, estos siempre serán demasiado pequeños, debido a una inactividad de los grupos y personas que podrían buscar que sucedan cambios reales y de calidad, pero que por motivos que solo ellos conocen, prefieren seguir bailarle el agua al partido liderado por Feijóo, y que la consecuencia que tendrá serán políticas de «gestión», pero no de los cambios radicales que necesita nuestro país. Esto, en términos liberales, sería una continuación de las políticas intervencionistas que ya tenemos en nuestro país, donde habría como mucho unas reducciones minimísimas, (para poder venderlo como éxito, por mucho que sea equivalente a quitar dos gotas de agua del Atlántico), lo cual seguiría siendo un ataque frontal a la libertad de los ciudadanos españoles, solo que con aquellos autodenominados «liberales» que comentamos anteriormente apoyando al Gobierno de turno afirmando que funcionan unas supuestas medidas liberales inexistentes.


Ante esta situación desesperada, y a riesgo de que se me denomine como «remilgado», es más que necesario exigir muchísimo más a los partidos políticos, incluyendo al Partido Popular, que durante años ha ignorado las criticas minoritarias y sustanciales, algo que han continuado en el Congreso Nacional de este pasado verano, buscando vetar enmiendas que perseguían objetivos de clarificar o cambiar apartados ideológicos esenciales del partido, y si bien hay medidas que sobre el papel dicen que harán, ante la actitud y pasado tanto del propio PP como de su actual líder hay enormes dudas sobre su cumplimiento en un Gobierno a nivel nacional, especialmente al ver que ya hay promesas y acuerdos que se habrían producido para implementarlas en diversas comunidades autónomas y que finalmente no se habrían introducido o no de la forma en la que se planteó.


Dicho de otra forma, y como menciono en el título, el PP, o este y otros “PP’s”, no son la solución, sino parte del problema.


Si bien puedo entender el sentimiento de necesidad de salir del «sanchismo», esta salida no puede ser a cualquier precio. No serviría de nada cambiar a Pedro Sánchez por un mero gestor que continúe el 90% de las medidas que implementaron, y si bien podría hacer que el Partido Socialista no empeorase más el país, esta «solución» no serviría ni de lejos para sacar a España a flote.


España merece unos líderes políticos con ideas propias, que defiendan el libre mercado, la propiedad privada y que busque que haya seguridad en las calles. Necesitan defender una verdadera separación de poderes, acabar con los chiringuitos que el bipartidismo ha producido a lo largo del tiempo y devolver a la ciudadanía buena parte del dinero que ven arrebatado cada año, y utilizar si eso una parte de forma eficiente y sin malgasto.


Necesitamos a líderes que de verdad quieran luchar contra la corrupción, buscando crear un sistema para que cualquier ciudadano pueda observar TODO el gasto de la administraciones públicas, de forma que no se vuelvan laberintos digitales y bien delimitadas las secciones y detallados los gastos, pagos y contratos desde un municipio hasta el Gobierno, pasando por instituciones como diputaciones provinciales y gobiernos autonómicos.


España merece a unos políticos que quieran devolverle la libertad y autonomía a las personas, a los individuos, no a un mero gestor. España necesita deshacerse del mal de la socialdemocracia, y avanzar hacia un sistema basado en la libertad (y responsabilidad) política, económica y social.


Si queremos que los ciudadanos prosperen, sólo hay una fórmula, y se resume como diría Miguel Anxo Bastos en «capitalismo, ahorro y trabajo duro, no hay otra cosa».



¹ «Feijóo quiere tener en septiembre la lista de leyes “sanchistas” para derogar y promete una “limpieza total”» 

«Feijóo da por finiquitada esta legislatura y promete una "limpieza total" de las "leyes sanchistas"» https://www.elmundo.es/espana/2025/07/28/68875253fc6c83821f8b45a3.html 




«CC.OO. y UGT recibieron más de 380 millones de euros en subvenciones entre 2020 y 2024»


«Rajoy: 'Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya'»



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