Camerún: Entre la Eternidad de Paul Biya y la incertidumbre del después.
- Javier Angulo Perojil

- 1 sept
- 10 Min. de lectura
En esta entrada se analiza la situación geopolítica de uno de los estados más relevantes del Sahel en vista a sus próximas elecciones, previsiblemente arregladas para que Paul Biya vuelva a revalidar su presidencia y extender su mandato hasta los 99 años, siendo el presidente más longevo de África. Dicho país vive desde 1982 en un régimen cada vez más autoritario personificado en dicha figura y sin posibilidades de cambio ni avance, sentando un precedente y una tendencia peligrosa y antidemocrática seguida por otros muchos países de la región, en la que ven en sus líderes estabilidad, pero también estancamiento. Es altamente significativo el caso camerunés debido a su falta de cohesión en términos lingüísticos, culturales y religiosos, ya que es uno de los países donde opera el grupo terrorista Boko Haram.

Este 2025 ha colocado a Camerún frente a su propio e incómodo espejo, observando un retrato anticuado, en el que el tiempo no pasa, y en el que nada parece haber cambiado, ni cambiará. A las puertas de sus elecciones presidenciales el próximo 12 de octubre, el presidente Paul Biya vuelve a presentarse como candidato después de que el Tribunal Constitucional de Camerún revalidase su aspiración para un nuevo mandato.
Esta afirmativa vino con otra polémica noticia de la mano, y fue la de la eliminación, a tan sólo dos meses de la campaña electoral, de su principal opositor Maurice Kamto, quien presuponía ser una figura política real de cambio y democratización. Maurice lideró el Movimiento para el Renacimiento de Camerún, siendo un abogado internacionalmente prestigioso y logrando en las elecciones de 2018 un sorprendente 14%, y denunciando que existió la posibilidad de un amaño electoral que le impidió obtener mayor representación.
Sin embargo, las calles de Douala y Yaoundé vivieron perplejas el fallo del Tribunal que, vista la popularidad del abogado, activó la maquinaria electoral provocando que la Comisión Electoral Nacional retirara su candidatura ya que, a la vista de dicha comisión, no cumplía con los requisitos formales y legales para ser presentable, ratificada por el Tribunal Constitucional de forma inapelable, esfumando todas las posibilidades de alternancia y reduciendo la democracia camerunesa a un mero trámite sin opciones que está más pensado para la propia continuidad que para la competencia.
Paul Biya: El anciano eterno
Paul Biya no es solo el presidente más viejo en activo del mundo, sino que es, en la práctica, la figura y el espejo del Camerún moderno. Desde hace más de cuatro décadas ocupa el poder en Camerún tras la renuncia de su antecesor Ahmadou Ahidjo, primer presidente tras la independencia.
Tras 1982 Paul Biya comenzó a moldear Camerún a su imagen y semejanza, y precisamente su figura es el fiel ejemplo de una élite poscolonial que ha convertido el poder en patrimonio personal, alargando su mandato a través de reformas constitucionales, plebiscitos controlados, elecciones diseñadas para ser ganadas de antemano, habilidad política y purgas internas hasta darle la estabilidad que Camerún necesitaba.
Desde 1982, Biya ha logrado sobrevivir a todas las tormentas: intentos de golpe militar, rebeliones armadas, crisis económicas, protestas sociales como la ocurrida en 2008 y presiones internacionales de asociaciones y ONGs. Su supervivencia política no se debe a una popularidad sólida, sino a una mezcla de represión selectiva, clientelismo y control absoluto de las instituciones. Por ello es que Paul Biya es visto como el ejemplo de la estabilidad en Camerún… y también del estancamiento.
Durante los primeros años, cultivó una imagen moderada como tecnócrata modernizador del Estado, pero con el tiempo esa habilidad y ese afán se convirtieron en obsesión y estrategia para mantenerse en el poder, como cuando en 2008 reformó la Constitución eliminando el límite de mandatos presidenciales, o, a causa de la pandemia covid-19, en 2020 retrasó elecciones locales y legislativas para “otorgar una mayor seguridad al pueblo”.
Inclusive, Paul Biya ha gobernado fuera de África en diversas ocasiones y por largas temporadas en hoteles de lujo de Ginebra (Suiza) mientras en su país las tensiones sociales, políticas, la crisis económica, la inflación y la pobreza aumentaban.
Hoy, en 2025, vuelve a postularse. Y lo hace con una frase que, leída en su cuenta oficial de X, parece casi un acto de fe en sí mismo: “Together, there are no challenges we cannot meet. The best is still to come.” Pero detrás de ese mensaje optimista se encuentra la paradoja de un país donde más de la mitad de la población nunca ha conocido otro presidente. Para millones de jóvenes, Biya no es ya un líder, sino una institución inamovible, un símbolo de la inmovilidad política.

El decorado democrático camerunés
Hablar de sistema democrático en un país como Camerún es bastante desmesurado, pues los datos son demoledores y bastante aclaratorios en este contexto.
Según el ranking de “Freedom House” se clasifica como un país NO LIBRE, con sólo 15 sobre 100 puntos debido a la perpetuación en el poder por parte de su presidente desde 1982, elecciones fraudulentas, control de los medios estatales, represión de ONG y violaciones procesales como prohibir el voto a las regiones anglófonas en las últimas elecciones (2018), ignorando además el conflicto de las regiones anglófonas de las regiones del noroeste y sudeste aún activos, que han derivado en miles de muertes y migraciones masivas.
También el Índice de Democracia de The Economist muestra unos datos similares en 2024, con una puntuación global de 2’56 sobre 10, en el puesto 136 de 167 países y calificándolo como régimen autoritario, siendo la dimensión del proceso electoral y pluralismo el campo con peor puntuación (0’33 sobre 10)
Todo ello ha desembocado en un país con unos problemas políticos graves, una corrupción estructural y sistemática (con el puerto de Douala como epicentro de las irregularidades y una puntuación de 26 sobre 100 en el Índice de Corrupción de Transparencia Internacional”) y completamente desigual, con una brecha socioeconómica en aumento. Cabe destacar que Camerún se encuentra en el puesto 151 a nivel global en cuanto a Índice de Desarrollo Humano respecta, con unas diferencias regionales entre la zona del Lejano Norte y Norte y la región de Littoral en aumento, siendo un país en el que el 60% de la población es joven, pero existe una tasa de desempleo elevada.
África y sus presidentes inmortales
El de Paul Biya no es un caso aislado, aunque sí el más longevo. África ha sido cuna de liderazgos muy largos, presidentes que se aferran al poder hasta la muerte, y en algunos casos más allá teniendo en cuenta sus sucesores. Destacamos por ejemplo Teodoro Obiang, Museveni, y Sassou-Nguesso en Guinea Ecuatorial, Uganda y Congo-Brazzeville respectivamente.
Ello se explica en la fusión del poder político, militar y económico, creando sistemas que dependen de los líderes para su estabilidad. Estos líderes erigen alrededor de ellos verdaderas dictaduras personalistas con redes clientelares que distribuyen sus recursos a cambio de lealtad, con el aval de unas fuerzas armadas que se convierten en protectores de ellos mismos y de una constitución que ellos mismos moldean a su medida.
Aún así, el caso camerunés es paradigmático ya que encarna una paradoja muy extrema: un país donde el 60% de la población es menor de 25 años es gobernado por un hombre de 92.
La diversidad fracturada: tensiones étnicas, religiosas y regionales:
Camerún ha sido descrito como “África en miniatura” por la diversidad geográfica y cultural existente, pretendiendo que fuera un referente de convivencia entre pueblos y culturas, pero detrás de ese eslogan sólo existe una intención turística. En la realidad, Camerún se encuentra dividido en más de 250 grupos étnicos, dos lenguas oficiales que nunca llegaron a la igualdad y una fragmentación religiosa que obliga a erigir fronteras intangibles e invisibles, siendo un ejemplo claro de un Estado que nunca cristalizó a nación.
El origen de esta fractura evidentemente viene dado por el reparto colonial desigual y sin haber tenido en cuenta las fronteras preexistentes. Tras la Primera Guerra Mundial, el Camerún alemán fue dividido entre Francia y Reino Unido bajo el modelo de Sociedad de Naciones, siendo Francia quien mayoritariamente controlase este territorio, imponiendo el francés como lengua y un modelo centralista, siendo reducida la región anglófona a dos enclaves relacionados con Nigeria. En 1961, el referéndum de unificación dejó atrapados estos dos enclaves dentro de las fronteras de un futuro estado francófono que nunca las trató como iguales, siendo objeto de todo tipo de discriminaciones (precisamente estas dos zonas fueron las que Paul Biya vetó del voto en las anteriores elecciones presidenciales).
Estas desigualdades y tensiones regionales desembocaron en el conflicto anglófono de 2016, cuando profesores y abogados de las regiones anglófonas salieron a la calle para denunciar la imposición del francés en tribunales y escuelas, recibiendo como respuesta arrestos masivos, censura en redes sociales y represión social, finalizando en una rebelión abierta que a día de hoy continúa en curso, ya que los grupos separatistas reclaman una región denominada Ambazonia. Según estimaciones de ONGs estos conflictos han dejado más de 6000 muertos desde 2017 y aproximadamente 700.000 desplazados internos.

A todo ello se le suma la pesadilla vivida en el Extremo Norte, la región más pobre de Camerún y actual objetivo de operaciones de Boko Haram, en el que se han observado secuestros de niñas, ataques a aldeas enteras o atentados suicidas en puntos claves de ciudades de dicha región, lo cual lleva a la conclusión de la existencia de otro conflicto religioso dentro de las fronteras del país entre islam, en las regiones del norte, y el resto del país, donde la religión católica es predominante en los enclaves principales como Yaoundé, Douala o las ciudades litorales. Este conflicto viene por dicho grupo, quien desde 1995 a 2002 existía en Nigeria y se dedicaba a promover el islam de forma pacífica hasta su último capítulo y que, tras el nombramiento de Yusuf como líder, comenzó a radicalizarse y a extender su influencia más allá de sus fronteras, inclusive tras su muerte en 2009. Se llevaron a cabo reclutamientos masivos durante estos años para llevar a cabo acciones violentas contra civiles e infieles. Posterior a su muerte, se fue fragmentando la línea a seguir y los líderes dentro del grupo hasta que en 2015 se alinean con el ISIS. Además, este momento coincide con un traslado progresivo de sus acciones hacia la frontera entre Nigeria (el país de donde surge) y Camerún, que continuará agrandándose hasta el día de hoy, teniendo en cuenta la respuesta lenta debido a la constante falta de recursos del gobierno de Paul Biya para contener esta contienda.

En definitiva, aunque el discurso oficial abogue por la convivencia y el respeto, la narrativa del “nosotros contra ellos” en cualquiera de las tensiones y contiendas previamente explicadas es una constante. La idea repetida de Paul Biya sobre la nación camerunesa como unida y diversa no surge de consensos sociales, sino de la represión y el centralismo, lo que convierte esta unidad en un decorado endeble que puede desvanecerse en cualquier momento.
La incógnita del futuro
Una vez vista la más que posible reelección de Paul Biya, y, visto que el mandato lo terminaría con 99 años, la pregunta es más que evidente: ¿qué ocurrirá después? ¿Qué será de Camerún 50 años después de la llegada de Paul Biya al poder? Ello abre un escenario de hipótesis inciertas.
La continuidad pactada
La primera posibilidad sería el nombramiento de un sucesor dentro de la Cámara Democrática del Pueblo Camerunés, avalado por las Fuerzas Armadas. Este escenario sería garante de estabilidad aparente, manteniendo el aparato burocrático, el ejército y el equilibrio de intereses de las élites; sin embargo, este modelo rezuma un continuismo de los problemas existentes: represión de libertades, corrupción, colapso de servicios públicos o marginación de regiones anglófonas, lo cual significaría continuar detenido en el tiempo.
La transición reformista:
Esta teoría contemplaría la existencia de un dirigente moderado que impulse una reforma limitada para ir progresivamente mejorando el Estado desde dentro, liberando opositores, dando acceso a medios de comunicación independientes, ONGs, elecciones con supervisión internacional… Aunque, por contrario, en África estas reformas suelen ser más estéticas y “de fachada” que estructurales. En el mejor de los casos, lograría que la tensión disminuyese; en el peor, convertirse en esclavo de su propio sistema clientelista.
Un colapso institucional y guerra civil:
A pesar de que es la hipótesis más temida, no es descabellado que sucediese. Las tensiones anglófonas, la expansión de Boko Haram por el norte, la frustración juvenil y la represión sistemática pueden provocar un conflicto interno total (hay que tener en cuenta que Camerún ya convive con dos conflictos armados locales). Parece que Paul Biya es el muro de contención de las fallas de este sistema, por lo que la primera hipótesis podría generar en ésta tercera: un sucesor sin legitimidad podría provocar una guerra abierta. La experiencia africana (Costa del Marfil tras Houphouët-Boigny o el Congo tras Mobutu son ejemplos bastante similares).
El ahora: Camerún como un país suspendido en el tiempo
Hoy por hoy, la situación en Camerún se encuentra inmóvil. Suspendido entre las heridas de un pasado colonial que no llegó a cerrarse en su totalidad y un anhelo democrático que nunca llega. Entre la esperanza de la juventud y la realidad de un anciano que se niega a soltar el poder. Entre la alegría de poder cambiar de rumbo y la tristeza de ver su sistema podrido. Entre la paz y la calma de las calles de Yaoundé y la violencia y el llanto de las regiones anglófonas y el norte.
La pregunta ante todo ello no es si habrá cambio, la pregunta se va reformulando en el cómo: qué consecuencias puede tener postergar una transición hacia una democracia, cómo será el tipo de relevo de Paul Biya: ¿una transición reformista, un relevo pactado o un conflicto sangriento?. Teniendo en cuenta la importancia de Camerún dentro de la región de África Central, no son pocos quienes realizan estas cuestiones dentro y fuera de sus fronteras.
La enésima posible reelección de Paul Biya, unido a la reciente depuración de Kamto han confirmado lo que muchos presuponían, y es que la transición nunca se hará por las urnas, al menos en este sistema. El futuro de Camerún parece tener otro rumbo, en otro momento y en otras condiciones.
Citando un proverbio bantú: “El árbol viejo que no se tumba con el viento, lo hará con las termitas.” Esto es, si el paso del tiempo no está consiguiendo cambiar el régimen, lo hará una vez no esté Paul Biya. Aún así, el reloj sigue detenido por un tiempo para Camerún, y el tiempo sigue pasando.







Comentarios